Comentario
En las tumbas del cementerio de Hallstatt, la nueva época está caracterizada por la aparición del puñal de hierro, y el abandono de las espadas de hoja larga. Las dagas del Hallstatt, en términos generales, tuvieron un cometido más emblemático que funcional. Adoptan dichos puñales una forma peculiar: el pomo se expande en dos rodelas o carretes, independientes o en contacto, y la empuñadura, muy larga, se distiende en el centro. Este es el puñal de antenas del final de la Edad Antigua de Hierro. Un ejemplo de este tipo de puñal procede de la tumba de cremación número 696 de Hallstatt. La vaina, la empuñadura y las antenas se cubrieron con láminas de oro; globos decorativos ennoblecen la punta de la vaina, las guardas y el mango; la hoja tuvo incrustaciones doradas de pequeños círculos concéntricos; en lo alto de la vaina, una franja estrecha de cuatro medallones estampados completa la estudiada decoración de esta arma simulada.
De las manos de un artista, o de un taller, de gran originalidad nacieron una empuñadura con incrustaciones perladas de hueso; de un pomo recogido por los cuellos estilizados de dos patos cuyos picos se encuentran; y de un esquema perforado de dos figuras humanas de apariencia esquelética, esta vez unidos por los pies, en el espacio abierto en la cabecera del puñal. Tal obra de arte procede de la tumba número 116 de Hallstatt.
Un recipiente de metal de la tumba de cremación número 671 adoptó los valores plásticos de la cerámica funeraria de calidad. Un cuenco hondo de bronce, con el borde decorado con una ancha franja de motivos dentellados, de dados y grecas incisos, tuvo, a manera de asa, una vaca y un ternerillo adosados a un lado. Las estatuillas responden al concepto de estilización geométrica de la escultura en bronce del Hallstatt-C, si bien ciertos detalles, como las pezuñas y el hocico, se acercan a una concepción naturalista con la consiguiente impresión de vitalidad. La vaca debió de tener algún signo particular por presentar una perforación triangular en la frente, en la que iría incrustado el metal de hierro.
Algunos broches de cinturón elegidos en el conjunto de los ajuares del Hallstatt occidental son también buena muestra del estilo artístico de la época. De un gran túmulo de Gemeinmerker Hof, en Kaltbrunn (Konstanz) procede una ancha placa de cinturón dividida en paneles, provista de una ornamentación repujada muy sencilla. Franjas y metopas son los marcos de diminutos motivos: esquemas de soles y caballitos en los cuadrados, y bosquejos humaniformes en las tiras. Los diseños son simplistas, esquemáticos, reducidos a la mínima expresión, pero vivaces. Se ha pretendido que éste y otros ejemplos de la metalistería hallstáttica tengan derivación mediterránea; la apariencia, sin embargo, puede ser falsa. Los motivos típicos de la época, dominada en el Mediterráneo por la corriente oriental, tienen en el Hallstatt-D unos vericuetos de difusión muy complejos (vía balcánica, suritálica, etrusca, arte de las situlae, etc.). Aun en el caso de que, efectivamente, los metalúrgicos de Hallstatt recogieran las tendencias de los que en Iberia o en Etruria trabajaban con motivos y técnicas de inspiración oriental u orientalizante, su interpretación fue tan mixtificada que el resultado es apenas reconocible, por resultar falseado con respecto a los supuestos modelos de inspiración.
La técnica del dibujo con puntillado, que fue propia de la región oriental del Hallstatt-C, penetra en esta zona occidental en el período de los príncipes. Con líneas de puntos salientes en unos casos y rehundidos en otros, se representan las escenas que adornan el respaldo del lecho, de 3 m de largo, en que yacía el príncipe, enterrado en Hochdorf, en Alemania. En los extremos del respaldo se encuentran dos carros de cuatro ruedas, tirados por caballos; de pie, en los carros, sendos guerreros blanden espada y escudo; tres parejas de figuras con espadas, que más parecen estar bailando que luchando, ocupan el espacio intermedio. El sofá de Hochdorf descansa en ocho cariátides de bronce, mujeres desnudas, con los brazos levantados (actitud muy parecida a la de la diosa del carro de Strettweg, y a la de los brazos humanos añadidos a los vasos funerarios de la región oriental en el Hallstatt-C). Cada una de estas estatuillas se alza sobre el eje de una rueda giratoria. Sus formas son muy simples y estilizadas, pero sus adornos -pulseras, brazaletes, collares, cinturón y ajorcas- estaban hechos de hueso y de coral e incrustados en multitud de orificios.
La materia prima con que trabajan los orfebres hubo de ser importada al occidente de Europa desde las regiones ricas en oro. Es posible, incluso, que los propios orfebres fuesen extranjeros. De Bohemia, de Transilvania, de Irlanda, de la Península Ibérica pudieron salir los lingotes, los artistas, los productos ya manufacturados, o todo ello a la vez, hacia el destino de sus clientes europeos. En el caso, muy señalado, de un vaso de oro, que se halló bajo una losa en el enterramiento de Alstetten, cerca de Zurich, la cuestión de la recepción de objetos foráneos de oro da pie para la discusión.
El cuenco de Zürich, de oro batido en una sola lámina, está recubierto de glóbulos repujados. Bordeados por estos glóbulos, se dibujan, en hueco, discos de sol y cuartos crecientes en la hilera superior; otra serie de lunas en la zona inferior, y animales en fila en el espacio central. El único de los cuadrúpedos reconocibles es un ciervo; los otros pueden ser ciervas o perros; en cualquier caso, al parecer, motivos de la caza del ciervo.
Este vaso de oro aparecido en Zürich es muy conocido entre los arqueólogos españoles, por mostrar una técnica idéntica a los vasos de un gran tesoro del Levante español: el tesoro de Villena (Alicante). Se da la circunstancia de que se atribuye también origen hispánico a otras joyas aparecidas en las tumbas de los príncipes hallstátticos. La pieza más destacada sería, de ser cierta tal atribución, la figurilla de un caballo alado que adorna la diadema, o el torques, de la dama enterrada en Vix. Se sobreentiende, pues, que oro ibérico, orfebres y piezas de oro manufacturadas en Iberia llegaron a los grandes señores del Hallstatt. El cuenco de Zürich tiene posibilidades de ser una pieza importada, o realizada por alguien que conocía la orfebrería ibérica de la época.